| Era rubia y sus ojos celestes
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| reflejaban la gloria del día
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| y cantaba como una calandria
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| la pulpera de Santa Lucía.
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| Era flor de la vieja parroquia.
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| ¿Quién fue el gaucho que no la quería?
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| Los soldados de cuatro cuarteles
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| suspiraban en la pulpería.
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| Le cantó el payador mazorquero
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| con un dulce gemir de vihuelas
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| en la reja que olía a jazmines,
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| en el patio que olía a diamelas.
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| Con el alma te quiero, pulpera,
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| y algún día tendrás que ser mía,
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| mientras llenan las noches del barrio
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| las guitarras de Santa Lucía.
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| La llevó un payador de Lavalle
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| cuando el año cuarenta moría.
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| Ya no alumbran sus ojos celestes
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| la parroquia de Santa Lucía.
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| No volvieron los trompas de Rosas
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| a cantarle vidalas y cielos.
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| En la reja de la pulpería
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| los jazmines lloraban de celos.
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| Y volvió el payador mazorquero
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| a cantar en el patio vacío
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| la doliente y postrer serenata
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| que lleváse el viento del río.
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| ¿Dónde estás con tus ojos celestes,
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| oh pulpera que no fuiste mía?
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| ¡Cómo lloran por ti las guitarras,
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| las guitarras de Santa Lucía! |