| Cuatrocientos kilómetros tiene
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| la ciudad donde vive Zenaida,
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| voy a ver si la puedo encontrar,
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| voy a ver si me da su palabra.
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| Porque traigo intenciones de hablarle
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| y en mis brazos la quiero tener,
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| voy a ver si madrugo mañana
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| y me voy antes de amanecer.
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| Por ahí dicen que ya viene el tren
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| y sin duda lo estoy esperando,
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| ya parece que voy en el tren,
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| ya parece que voy caminando.
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| Al momento que la ví venir,
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| al momento yo la saludé,
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| cariñosa me dice la niña:
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| «oiga joven de dónde es usted».
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| Yo he venido de tierras lejanas,
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| he llegado en un tren pasajero
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| pa' que me haga un favor que le pido
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| y acompañe a este pobre soltero.
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| Oiga joven si fuera soltero,
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| y si usted me quisiera también,
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| nos hiríamos los dos a pasearnos
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| si me diera el transporte pa’l tren.
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| Cinco meses pasé sin mirarla,
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| trabajé con afán con esmero;
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| esperando volver a encontrarla
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| y ofrecerle todo mi dinero.
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| Yo no quiero, me dice Zenaida,
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| el dinero que usted me propone;
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| se lo dije por cierto en un tiempo,
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| se lo dije por ver si era hombre.
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| Ya me vuelvo en el tren pasajero,
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| que permiso sus padres me han dado;
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| para nada sirvió mi dinero
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| y a Zenaida la llevo a mi lado. |